Tener tiempo para pasear, para perrear. tomar el sol, leer...
Qué vida tan diferente era esa en la que estudiaba!... Aunque voy a romper el mito: NO ES CIERTO QUE LOS ESTUDIANTES VIVAN COMO DIOS.
Cada uno tenemos lo nuestro,lo admito, pero aquellas tardes paseando por la plaza, en pantalones cortos y jugando al chis con los colegas... ains.
Bueno, si mi jefe se porta bien a lo mejor tengo una semanita este año para estresarme intentando desestresarme.
Supongo que este fin de semana tenía que planear la escapada que hice a todas todas.
No soy una persona supersticiosa, creyente o religiosa, pero de alguna manera, puede que mis pasos tuvieran que llevarme al mismo sitio donde los dirigí.
Este fin de semana quería algo de descanso de asfalto, pero no quería desplazarme muy lejos, así que miré en internet la ocupación de hoteles rurales cercanos a Madrid. Casi sin comparar mucho hice un par de llamadas y tenía ya reservada la noche del sábado un un pueblo de Toledo, a unos 150 kilómetros de casa.
Cogí a mi chico y sin decirle exactamente dónde íbamos, me lo llevé para darle una sorpresa. Nada más llegar nos acercamos al bar del pueblo a picar algo.
Comimos pronto, porque queríamos dar una vuelta e irnos de nuevo al hotelya que la piscinita tenía una pinta increíble. Hasta aquí teníamos más o menos claro a lo que nos íbamos a dedicar estos dos días: a descansar, a cenar en un sitio romántico, a pasear, a dormir mucho. Lo que no sabíamos es que paseando de vuelta al coche todos estos planes cambiarían totalmente.
Al pasar al lado de un contenedor de basura comencé a oír llantos y no estaba muy segura de qué cachorro se trataba, pero me quedé congelada. Mi chico volcó el contenedor horrorizándonos lo que vimos: dentro de una bolsa de papel había una camada entera de cachorros de perro muertos, salvo uno, que debajo de todos los demás y con los ojos aun cerrados, no dejaba de gritar desconsolado. La escena, los gritos y la rabia me dejaron el cuerpo cortado y con las lágrimas al borde de los ojos. ¿Quién demonios es capaz de actuar con tanta falta de respeto por la vida?, ¿quién puede ser tan cobarde de no acabar de una vez con ellos en vez de dejarlos pudrirse, asfixiarse o morir por falta de alimento?, ¿a quién no se le parte el alma de mirar a la cara de esos animales y torturarlos?.... tantas cosas se me vinieron a la cabeza como insultos a sus asesinos.
En ese momento tiramos por la calle de en medio, osea, cambiar los planes e implicarnos con el cachorro.
Marga, una señora que nos escucho desde su casa, salió a la calle con un cuenco de leche y una cucharita. Nos ayudó con el enano dándole un poquito de alimento, pero él no dejaba de gritar. Nosotros no podíamos meterle en el hotel, así que ella se quedó con el cachorrito toda la noche con la condición de que volviéramos a por él. Y así fue, a la mañana siguiente volvimos a buscarle. Allí estaba, con la panza más llena y un poco más sereno. Pasamos el domingo en la veterinaria de guardia de Lupe, en la que le trataron tan dulce como aún no tenía costumbre el cachorro. Un cruce de Podenco dijo Lupe que sería lo más seguro.
Esa misma tarde ya tenía una familia que lo cuidara. Cristina cumplía 10 años, y tras convencer a su padre (no hizo falta demasiado, la verdad), tenía un cachorro en casa. Carmen, la madre de Cristina y Alex, lo está mimando y a pesar de llorar por las noches, come y duerme bien.
Supongo que si el animal que hizo esto con los cachorros lo hubiera tenido en contacto con su cuello, como hizo el cachorrito durante el camino de vuelta buscando un poco de cobijo en mí, no hubiera sido capaz de hacer semejante brutalidad.
Lo que si es cierto es que Carlos y yo tenemos un ahijado del que ya siempre estaremos ligados.
Todavía no han elegido su nombre, pero Carlos y yo le llamamos Bebé.