A veces, la desgracia propia pasa inadvertida ante los demás ojos. La vida es rápida, tanto que no tenemos tiempo para nosotros mismos y eso nos ciega ante lo que nos rodea.
La he encontrado en los huesos, pidiendo comida a quien pudiera oírla. Pero un gato es algo muy común como para percibir sus maullidos de hambre.
Me dan miedo los gatos de la calle, pero esta se ha acercado, se ha dejado acariciar y no quería que la dejáramos de nuevo alli, en la gasolinera.
No sé si podré quedarme con ella, aunque ya le he encontrado alguien por si no pudiera, pero de momento, duerme caliente en casa con la tripa llena.
Me está devolviendo mucho más que un plato de comida.