Hoy estaba haciendo fotocopias a toda prisa para hacer el informe que me tiene absorbida todos los viernes por la mañana, la radio, la prensa, la tv
carteras, clientes
lo habitual.
De repente, me ha llegado un olor que me ha transportado a otra época, a otro sitio, a otro momento en el que mi vida era muy diferente.
El olor de la máquina fotocopiadora, o de su tinta, me ha recordado al que me invadía en la cola de reprografía de la Facultad de Educación, en la Almudena.
Recuerdo que había momentos en los que se petaba de gente en horas de descanso que necesitaba copias de temas, artículos, apuntes
y que las máquinas de fuera de uso público a un duro no daban a basto para ventilar.
Olía así, pero a lo bruto.
Me ha venido también a la cabeza las charlas de la cafetería, los menús de 500 pelas que compartía con Gloria, y los intercambios de hojas llenas de tachones y floripondios en las esquinas.
Reconozco que me lo curré bastante, y estudié como una bestia, pero la juerga nunca me faltaba, eso no.
Ahora que viene la primavera, supongo que la gente seguirá haciendo sus sangrías en el césped del patio, aunque no sé si en barreños gigantes de plástico como lo hacíamos entonces.
Hmmmmm, esa fragancia de toner...:)
Y la peste de amoniaco de la copiadora de planos, que salias grillao...Y el aroma del pincho de pimiento que podías "ver" avanzar por el pasillo de las aulas a las 11 de la mañana...:) Tiempos oyes!!