Lo ha buscado muchas veces.
Se cansa en el intento, porque detrás de cada esquina no logra alcanzarlo.
A veces le pisa los talones, lo roza y cree saborearlo, pero termina siendo un espejismo efímero.
En la cruzada se agota, y cada vez más, se altera y sufre el no poder sublimar sus deseos.
El quiero y no puedo le nubla la vista, y le hace fijar su objetivo con tal firmeza, que relega a un segundo plano el resto de sucesos que le rodean.
Creo que una vez, bajando las oscuras escaleras, estuvo a punto de encararse a él, y en ese mismo instante, se quedó gélida de frío. Las piernas le temblaban, y la ansiedad le impedía respirar. Se dió cuenta de que a lo mejor no quería verlo, que le producía aun más pánico el que se le revelase algo que no quisiese ver.
Quizás su destino seguía siendo la búsqueda.