La Caja de los Truenos

LA REINA DE LA ESPUMA

Tarde-noche del martes. Hace ya algunas semanas que habíamos cancelado la “Cena de la Amistad” de las Gatitas Parías de los martes, pero ayer se reanudó.
Como siempre, que si vamos aquí, que si vamos allí, que terminamos en el Vences, vamos, donde siempre.
Me paso a por la Princes, quedamos con Vaini allí.
Nada más entrar, Vaini con morros por nuestros 10 minutos de retraso… y es que cuando alguien me dice –“¡A la derecha!”- mientras conduzco, mi dislexia automáticamente coge el mando del volante y tira a la izquierda.
Primera toma de decisión de: dónde sentarnos…aquí hace frío…vamos al fondo…que si, que no…que bueno.
Pasamos a la siguiente decisión: patatitas si, ensalada no? No, hoy no… por algo nos llaman las Gatas Parías… no paramos de quejarnos y poner pegas.
Princesa se acerca a Vaini para meterle mano, porque lleva un jersey rojo con bastante escote, por lo que instintivamente lanza la mano para separarla… digo instintivamente porque en vez de darle en la mano le zumba a una cerveza de vaya usted a saber quién era, que ya estaba en la mesa cuando llegamos, y me la esparrama por encima entera.
Y no es que a una no le gusten los baños de espuma… pero no de la cerveza caliente de cualquiera….
Ya empezamos… las dos gatitas muertas de la risa, y la pobre Grache con el abrigo, jersey y pantalón empapados… pero con espumita.
Que lo limpio yo, que lo limpias tú…que viene la camarera con una bayeta con más mugre que los pies de Moisés, y me la da para el abrigo. Claro, la pobre Princesa tenía los ojos desencajados, porque nunca hubiera arrimado eso a ninguna de sus pertenencias.
Nada, aquí no ha pasado nada… venga, a cenar. Y yo no sé qué leches nos echaron en la cerveza sin alcohol, que nos emborrachamos, mientras Vaini me pedía un baile (y yo pensaba, ¿estarán tocando nuestra pieza?) en vez de un boli, porque quería que le pintásemos una rama de vainilla en el brazo, a modo de tatoo, porque la niña se ha empeñado en que nos la hagamos las tres iguales.
Y bueno, vale que sea el regalo que le haremos por su próximo cumpleaños, pero yo no me hago un ramajo en el brazo.

Total, poco más, a excepción de reconocer que compre un CD pirata, por lo que las amigas me han martirizado, del Reagetón. Y como estas dos se mueren de la vergüenza con esa música y me abandonaron sola en el coche de vuelta, pues no tuve otro remedio que ir todo el camino de vuelta con el coche en paralelo al de Vaini, con las ventanillas bajadas y con la música a toda leche con el Gato Volador.